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María Riccetto: «el ballet es mi vida»

Riccetto recibió el premio más prestigioso del mundo de la danza clásica en el concurso Benois de la Danse 2017.

Por Carolina Anastasiadis • Fotos Matilde Campodónico

Habla bajito, con una voz suave y amable que se condice con su imagen, delicada y muy femenina. María Noel Riccetto baila desde los seis. Fue parte del Cuerpo de Baile del Sodre entre 1996 y 1998, vivió un año becada en la Escuela de Artes de Carolina del Norte y, cuando estaba por volverse, decidió probar suerte en las grandes ligas. Y la tuvo. Hoy integra el cuerpo de baile del American Ballet Theatre de Nueva York, una de las compañías más destacadas del ballet mundial y la más importante en Estados Unidos.

Ha bailado junto a reconocidas figuras del ballet como el ucraniano Vladimir Malakhov, José Carreño, Ángel Corella y Julio Bocca, que la trajo de vuelta a Montevideo para dirigirla en el cuerpo de baile del Sodre.

LARA: Empezaste a hacer ballet a los seis años, como muchas otras niñas uruguayas. ¿Fue tu madre que te sugirió ir o algo que pediste tú?
M.N.R: En realidad, teníamos una hora puente entre que salíamos del liceo y la hora de salida de mamá de trabajar. Como había una academia de ballet a la vuelta de casa y a mamá y a mi abuela siempre les gustó el ballet, nos mandaron con mi hermana. Les gustaba que fuera algo tan femenino.

¿Qué te interesaba de niña, cómo te divertías?
Me gustaba estar con mis amigas. Me gustaba el manchado o aguantar tiempo en paro de mano. Me acuerdo que al colegio llevaba calzas abajo del uniforme para poder hacerlo en los recreos.

¿Creés que tenías un don especial para bailar o fue producto de tu trabajo que llegaste adonde estás?
Hay cosas que son muy específicas que una bailarina tiene que tener para poder serlo, como piernas y brazos largos, ser flexible, tener abertura. Cuando estaba en la academia me vieron esas condiciones, pero después hay muchas cosas que las vas trabajando con los años. En mi caso, creo que inicialmente tenía el físico.

¿El ballet fue un juego que se transformó en profesión o ya de chica te lo tomaste en serio?
Al principio era un juego. El tema es que a medida que vas avanzando, la carga horaria es mucho mayor. Y con el colegio era todo un tema, porque salía de ahí, comía en la camioneta e iba a la Escuela de Danza. Volvía de noche a casa.
Creo que hasta cuarto año de la Escuela de Danza fue un juego. Ahí empecé a estar más tiempo en la escuela que en casa o jugando con mis amigas y fue en ese momento en que pensé “o sigo con esto en serio o no pierdo más el tiempo”. Y la respuesta fue fácil porque me gustaba, lo disfrutaba, me iba bien y ya le estaba tomando el gusto.

¿Qué te decían tus amigas?
No sé si entendían mucho. De repente ir al colegio con el moño hecho me daba vergüenza porque estaba en una edad difícil y ser adolescente y hacer algo no tan común para la mayoría era complicado. Igual mis amigas de verdad siempre me apoyaron muchísimo. Yo hacía ballet como otras hacían hockey o tenis. Lo que pasa es que lo mío me llevaba muchas más horas.

¿Por qué te fuiste a Carolina del Norte?
Por una beca de un año que me dieron cuando tenía 14 años pero que no usé en ese momento porque el mes antes de irme, lloraba todas las noches. El húngaro que me había otorgado la beca entendió la situación y le dijo a mis padres que cuando el momento fuera el correcto, yo me iba a dar cuenta y que se contactaran con él otra vez. Y fue así. Al terminar la Escuela de Danza, estaba en el Sodre, la situación no era de las mejores y como que tenía ese signo de pregunta en mi cabeza de saber qué hubiera pasado si me hubiera ido a la beca. Y me fui con la idea de probar, vivir la experiencia y volverme.

¿Qué recordás haber evaluado al tomar la decisión de irte?
Cuando me llegó la propuesta, había tenido la experiencia del Sodre y no era lo que me imaginaba para mi vida, porque sabía que de quedarme y estar allí, tenía que pensar en trabajar en algo más para vivir. En ese entonces, se bailaba para muy poca gente en una sala pequeña y que no estaba linda. Me deprimía un poco.
Eso me hizo fácil la decisión. De todos modos, no me acuerdo de haberlo tomado “la” decisión. Fue algo que se dio porque sabía que terminaba la Escuela de Danza y que no había concurso en el Sodre. Entonces podía quedarme y ver qué más me ponía a hacer, o irme. Y pensé, ¿por qué no?

Al poco tiempo llegás al American Ballet Theatre de Nueva York. ¿Te llamaron?
Estando en Carolina del Norte, llegaba la época de audicionar en varios lados. Yo venía de un año de extrañar mucho y me había dado cuenta que estaba muy feliz cuando bailaba, pero que estaba triste cuando bajaba del escenario. Tenía sentimientos muy fuertes pero encontrados. Por eso pensé en audicionar para compañías grandes y si no quedaba, ya era tiempo de volver. Creo que en el fondo, pensaba que me volvía.

¿Cómo fue esa audición?
Fue una clase normal como las que tomo ahora. Las posibilidades eran entrar en el Studio Company que era como la previa para entrar a la Compañía o entrar en el American Ballet de Nueva York. Yo iba por una referencia para entrar en el Studio, pero justo entró el director del American Ballet y cuando terminé me pidieron que esperara una hora. Me quedé ahí, sin pensar en nada; creí que me iban a decir “gracias”. Para mí estar en el American Ballet audicionando ya era importante, porque estaba viendo bailar a bailarinas que había visto solo en videos como Paloma Herrera. Finalmente, me vino a buscar el asistente del director para pedirme que fuera a su oficina y me ofreció el contrato.

¿Temblabas al firmar?
No firmé allí, sino en Montevideo y un tiempo después. En ese momento me dieron elegir entre incorporarte de inmediato como extra o entrar con contrato al cuerpo de baile a partir de setiembre. Con la segunda opción me daban tiempo de ir a Carolina del Norte donde estaba ensayando algo que me encantaba. Así que tomé esa opción y les dejé la información para que me enviaran a Uruguay el contrato. En mayo terminé en Carolina del Norte, me vine a Uruguay de vacaciones y llegó el contrato para incorporarme al American Ballet de Nueva York. Todavía guardo el primer recibo de sueldo.

¿Es mayor que acá la competencia o hay compañerismo en la compañía?
Es difícil que me lleve mal con gente. Siempre fui súper dada. Yo defiendo mi trabajo pero también soy realista y si veo que a personas que son mejor que yo les están dando una oportunidad antes que a mí, las aplaudo. Cuando esas cosas no pasan, me calienta o me duele. Pero pasa en todos lados. Hay cosas que no se pueden controlar y eso lo aprendí en el correr de los años. A veces trabajás y trabajás y hay otros factores, como política. Por eso siempre digo que tengo que trabajar para estar muy preparada para cuando llegue la oportunidad. Nadie me va a quitar ese esfuerzo.

¿Qué sentiste cuando supiste que asumió Julio Bocca como Director artístico del Sodre?
Me lo dijo él. Sabía que se mudaba para acá porque siempre estuvimos en contacto y de conversar mucho sobre planes y proyectos. Cuando yo estaba en Nueva York y hablaba con él, le decía “me vuelvo”, y él me decía que esperara un poco, que le diera un par de años a ver qué pasaba con su gestión en el Sodre.
Él siempre supo que yo quería estar más vinculada a Uruguay, que me interesaba venir a bailar si me dejaban en el American Ballet.
Y finalmente se dio. Justo fue a Nueva York, yo estaba necesitando un cambio, estar más con mi familia, y él entendió que era un buen momento para que volviera. En principio es por un año.

¿Solo un año?
No sé si estaré solo un año en el Sodre, ni sé de qué depende tampoco. Esta vuelta fue para aprovechar el momento. Nunca pensé que iba a volver a bailar a Uruguay. Me imaginaba una vuelta ya retirada o a punto de retirarme o casada y con hijos.

¿Está en tus planes formar una familia?
Sí, me encantaría pero, por suerte ahora nos podemos dar el lujo de demorar un poco. Hay que ser muy inteligente en saber lo que uno quiere hacer, porque con hijos las prioridades cambian y además es más difícil después volver a ponerse en forma para bailar. No tengo una locura con eso ahora. Me siento bien y sé que hay un momento para todo.

¿Tenés algún debe pendiente a nivel profesional?
Creo que no, aunque nunca estuve en una compañía europea y creo que me hubiera gustado además vivir allí. Me da la sensación de que el público europeo es más refinado, entendido con el ballet.

Riccetto en esencia

¿Qué les diría a las niñas que están haciendo danza en Uruguay?
A las niñas les diría que disfruten de lo que están haciendo y que sigan adelante siempre que les guste, no por obligación, que no sea una carga. El ballet te hace dejar de lado muchas cosas y por eso te tiene que gustar de verdad para hacerlo.

¿Qué sacrificio fue el que más te ha costado?
Estar lejos en toda la enfermedad de mi madre. Llegué y falleció a los dos días. Eso fue bravo y hasta cierto punto siento algo de culpa que no sé si algún día se me irá. También reconozco que si hubiera dejado todo y me volvía para estar con ella, ella no se hubiera sentido bien.
También perdí años cerca de mis padres, hermana, amigos. Pero sin duda, una decisión implica hacer a un lado cosas para ganar otras.

¿Te cuidás?
No. En las comidas nunca tuve problema. Tengo momentos, hay momentos en que me siento más rellenita porque me conozco y sé que lo estoy, aunque para el resto siga siendo flaquísima. Pero nunca tuve problemas ni me privé de comer cosas.
También tengo otros cuidados. Nunca esquié, nunca patiné. Me encantaría pero ya llegará el momento.

¿Cómo te mantenés en equilibrio?
Hice terapia mucho tiempo después de que falleció mamá. Era como un apoyo, tener a alguien muy neutral para hablar de las cosas que me pasaban. Eso era diferente a hablar con una amiga. Y me sirvió muchísimo.
Trato siempre de rodearme de gente positiva. Me gusta tener un grupo de gente fuera del ambiente porque me ayuda mucho a dejar de pensar sobre mi trabajo y lo que hago todo el día.
Acá tengo un grupo de amigas divino, el de siempre, del colegio. Todas casadas, con nenes. Me hacen bien. También tengo un grupo de amigos excelente en el ambiente, con los que puedo hablar de otras cosas también.
Nunca fui “balletómana” y por momentos me pregunto si haberlo sido, me hubiera llevado más lejos. Pero no era de esas chicas que al salir de los ensayos, ponían un video de ballet en la casa.

Si tuvieras una hija, ¿te gustaría que bailara?
No la obligaría. Sí me gustaría que fuera deportista, que se moviera.

Más Riccetto

• UN MIEDO: decir adiós.
• TU IDEA DE FELICIDAD: estar estable con alguien y también la estabilidad en todo sentido.
• EL BALLET ES… mi vida
• TU MAYOR DEFECTO: hay muchos. El mayor es planear, ser estrucutrada.
• TU MAYOR VIRTUD: ser sensible.
• LO MEJOR DE URUGUAY: el campo.
• UN ESCENARIO: el Metropolitan.
• UN DIRECTOR: Julio Bocca.
• TU LUGAR EN EL MUNDO: lo estoy buscando.

Entrevista publicada en revista LARA, edición primavera 2012.

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